Hablar o no hablar. Ese parecía ser el dilema presidencial, resuelto hoy con una rueda de prensa. Esa elección permite al Presidente sortear la solemnidad y trascendencia que se exige a un discurso a la nación, pero le pone en riesgo de recibir preguntas incómodas.
Porque de lo que se trata hoy es de saber si el silencio gubernamental ante una crisis que algunos analistas han vaticinado como más larga y más honda que la del 2003, es por cautela y sabia discreción... o porque no se tenía nada que decir. (A veces pasa.)
Que la crisis es mundial es aceptado, y nadie va culpar al PLD del precio del petróleo ni de la crisis inmobiliaria de Estados Unidos, la ralentización de la economía española o la baja de remesas o turistas. Eso no quita para que no se explique cómo vamos a sortear los malos tiempos. O sea, cuál es el Plan B.
El A, que por ahora se ha basado en exprimir los bolsillos de los contribuyentes (a mayor gloria electoral y provecho de choferes) parece ya agotado. Y con buenos resultados, puesto que se ganaron las elecciones y anda Bengoa con 10,000 millones de más.
Ahora el reto es poner el carisma presidencial al servicio no de su partido, sino del país. Cuatro años por estrenar y todas las mayorías necesarias para hacer las reformas que se necesitan.
Esta vez lo tiene todo, veremos la capacidad política real de Fernández, la grandeza de sus objetivos, su visión del Estado, su voluntad para llevar a la acción todos los discursos políticamente correctos.
IAizpun. . . DL
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