“Crimen y castigo” delitos, penas y su evolución

En París. Una exposición dramática atrae multitudes al Museo de Orsay por su tema y las piezas impresionantes exhibidas

Escrito por: MARIANNE DE TOLENTINO

El Museo de Orsay, situado a orillas del Sena, casi frente al Museo del Louvre, está alojado en una antigua estación de ferrocarril, reconvertida y magníficamente acondicionada. Su colección abarca artes visuales y decorativas, en su mayoría de la segunda mitad del siglo XIX y en particular obras maestras del impresionismo. Suele presentar magnas exposiciones, nacionales e internacionales, casi siempre de propuesta contundente. Una muestra de esos eventos singulares la constituye actualmente la inmensa colectiva “Crimen y castigo” –”Crime et Châtiment”–, que ha conmocionado el ambiente cultural.

“Crimen y castigo” evoca inmediatamente la famosa novela de Dostoievski, cuyo héroe, Raskolnikov, sumido en la miseria física y moral, se convierte en homicida y se va redimiendo por el sufrimiento y los años de presidio. Esas palabras golpeantes, “crimen” y “castigo”, la temática del delito y de la pena, impusieron el título a los autores de ese acontecimiento –siendo el comisario general el famoso especialista en arte moderno y contemporáneo Jean Clair–. El proyecto, madurado durante varios años, surgió de un encuentro con Robert Badinter –quien recientemente dio una conferencia en Santo Domingo–, el gran jurista francés, mientras era Ministro de Justicia, logró en 1981 la abolición de la pena de muerte en Francia.

La exposición. El punto de partida de la exposición se sitúa en el año 1791, durante la Revolución Francesa, fecha del primer Código Penal de Francia, cuando se debatió por primera vez la pena capital, y un año después, se puso en uso (repetido…) la guillotina, que sustituyó a los suplicios para ejecutar a los condenados a muerte. Por cierto, el siniestro aparato, entonces una innovación “humanitaria”, se enseña aquí: “la viuda” –según su apodo– provoca a la vez fascinación y estremecimiento en los espectadores.

A diferencia de otras exposiciones que priorizan el valor estético de las obras de arte, aquí cuadros, esculturas, imágenes y objetos únicos no son el fin primordial, sino que ilustran hechos necesariamente trágicos, real y simbólicamente, a la vez que demuestran y acompañan la evolución de ideas y medidas, concernientes a “crimen y castigo”, sin ahorrar al visitante horrores y errores. Lo que se propone es un itinerario, en múltiples direcciones, focalizado esencialmente en el siglo XIX, a través de la delincuencia violenta, la personalidad de los delincuentes y las víctimas, hombres y mujeres. Luego se ponen de manifiesto el peligro y el miedo social, la justicia y la injusticia, con una represión feroz, incluyendo a las tétricas prisiones.

Se insiste en las preocupaciones “científicas” hoy refutadas, como una seudo definición del criminal nato, y se llega a los procedimientos judiciales –todavía vigentes– de identificación. Una componente cultural inesperada –¿e innecesaria?– finaliza la exposición: se trata de la visión muy especial del surrealismo al respecto de los crímenes y su exaltación ambigua como parte de las fuerzas destructoras de la creación.

Obras maestras y testimonios. El compromiso crítico –permanente– de “Crimen y Castigo” consiste en atestiguar, a veces de manera muy cruda –así los retratos y reproducciones de época de las cabezas cortadas–, y ponernos a reflexionar acerca de la “muerte judicial”, de fechorías, de privación de vida y de libertad. Abundan las publicaciones periódicas –cuyas imágenes sobresalen por su sadomasoquismo– las ilustraciones tremebundas, los testimonios fotográficos. Ahora bien, aparte de impresos, de reproducciones y réplicas, ¡centenares de piezas edificantes!, se presentan obras originales, todas destacadas en sus aspectos plásticos, que parten de la evocación del castigo divino, el pecado original y Caín, el primer criminal, hasta la representación de la actualidad, desde creaciones de inicios del siglo XIX hasta… la silla eléctrica por Andy Warhol.

Robert Badinter

La muerte y el sufrimiento de las víctimas, esa terrible desgracia, tendría como contraparte necesaria, imperativa, otra muerte y otro sufrimiento, (…) Estemos claros. Ello significa, simplemente, que la ley del talión permanecería, a través de los milenios, la ley necesaria, única de la justicia humana.”

La muestra

Es la oportunidad de ver – y siempre las podemos aislar perceptivamente en un contexto artístico y no solo testimonial– excelentes pinturas de Odilon Redon, Gustave Moreau, Géricault y…Magritte, formidables dibujos de William Blake y de Víctor Hugo– incansable abolicionista, de textos a tintas–, caricaturas de Daumier, gráfica acusadora de Francisco de Goya, entre muchos otros trabajos relevantes. Ahora bien, dos espléndidas obras maestras, muy conocidas, fortalecen su extraordinario valor estético, con una nueva mirada conceptual: el óleo “La muerte de Marat”, de David –indefensión del periodismo radical ante el fanatismo–, y sobre todo la escultura “La pequeña bailarina de 14 años”, de Degas, a la que solíamos ver como una víctima débil… ¡y que su autor quiso plasmar como peligrosa semilla de prostituta con un “faciès” degenerado!

Pedimos excusas a nuestros lectores por esta aproximación muy incompleta a un evento de tanta riqueza… pero el espacio, guillotina del texto, no tiene piedad. HD


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