El cuerpo social de la Nación se sostiene sobre vértebras institucionales. Los desengaños con la Suprema Corte de Justicia o la Cámara de Cuentas nos confirman como sociedad invertebrada. La estructura ósea institucional está hecha polvo. Una anatomía social con ausencia de huesos institucionales da como resultado un país de paralíticos, incapaces de andar el gran trecho hasta la verdadera civilidad. El problema nuestro es que no hemos podido dejar de ser un país de hombres para empezar a serlo de instituciones. Los hombres, por interesada ambición, señorean sobre las leyes. Las instituciones hacen señorear las leyes sobre los hombres. hfigueroa/DL

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