El desarrollo es como un adorno navideño colgado para encenderlo en las épocas de fiesta electoral. La sociedad nuestra vive sumida en el atraso más horrible. El árbol de la tecnología importada no nos deja ver el bosque de nuestras falencias autóctonas. El progreso que exhibimos es pintura nueva sobre la carcomida madera del subdesarrollo. El desarrollo es una consecuencia inevitable de la inversión en el capital humano. Los gobiernos no invierten en los ciudadanos; para muestra, el botón educativo. El país ocupa el lugar número 137 en la educación primaria. Esta mediocridad no debe hacer sentir orgulloso a nadie. hfigueroa/DL
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