Desde finales del año pasado, y cuando era inminente el cese del acuerdo entre el Gobierno y el Fondo, se mantiene en debate la conveniencia o no de seguir atado a ese organismo. Al apretarse la campaña electoral, el tema tomó relevancia, pues la oposición abogaba por control de los dineros públicos.
El FMI, por tanto, es un fantasma que va y viene o de la mano del Gobierno o de la oposición, dependiendo de la conveniencia de una u otro. ¿Quién quiere el Fondo ahora? La oposición de seguro que no, y tampoco el empresariado, que se mece en ese péndulo como los políticos.
Sin embargo, el Fondo está aquí, llegó en un vuelo inesperado y disfrazado de inocente charlista.
La movida parece inteligente, pero a nadie engaña. El Gobierno busca un acercamiento con el Fondo, pero quiere hacerlo de manera que no se vea como inicio de compromiso.
Esta administración tiene una crisis antes de doblar la esquina, y necesita, como siempre, que otros le entreguen el juego con ventaja. ¿Bastará con una charla? DL
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