El presente no fuera una carga tan gravosa, si el futuro no se vislumbrara más pesado. El ciudadano, más que de pan, vive de esperanzas, y lo que precisamente va faltando por aquí es esta última. Estamos perdiendo hasta la ilusión de tener ilusiones. La causa, falta de credibilidad de nuestro liderazgo. Nuestra historia está hecha de tantas frustraciones que ahora no creemos en nada ni en nadie. Somos un pueblo sin fe. Esa es la razón del triunfo de la desesperación. El hombre desesperado es un bárbaro sin ley. No puede haber nuevas promesas donde nunca se cumple. hfigueroa/DL
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