Dice el dicho que no hay peor sordo que el que no quiere oír y peor ciego que el que no quiere ver, y añadimos nosotros que el primero, el sordo, cuando se obstina, se convierte además en ciego, y el segundo, el ciego, cuando se empecina, se vuelve también sordo.
Y esto parece que les pasa a nuestros mandatarios, pues no obstante las repetidas veces que se les está advirtiendo para que dejen de malgastar el dinero de los contribuyentes y que acometan en serio una estrategia de ahorro, tal como lo vienen haciendo países con economías infinitamente más fuertes que la nuestra, bajo la consigna de más vale prevenir que curar y ante los descalabros casi en cadena de Grecia, Portugal y España y otros, por no haber sido comedidos en el gasto público ni en los préstamos obtenidos en los mercados internacionales.
El horno económico en todo el mundo no está para galleticas, ni para veleidades, ni para manos sueltas. Los ministros ingleses, nada menos, ahora van en autobús o en metro a sus trabajos oficiales pues les han suspendido los vehículos asignados. Grano a grano, unos millones por aquí y otros por allá, se llena el buche de la gallina de los ahorros, y además es un mensaje para el resto de los ciudadanos europeos de a pie que sufren recortes en sus ingresos salariales o en sus pensiones de vejez, de que el cinturón debe abrocharse para todos, sin excepción.
¿Se imaginan por un momento, y por favor no se rían demasiado, a nuestros flamantes ministros, legisladores y todos los funcionarios que van ahora montados en buenos carros y yipetas, cogiendo de nuevo, como cuando no estaban encaramados en el palo, el Metro, las guaguas de la OMSA, los carritos públicos o, si nos apuran hasta en un desvencijado motoconcho aferrados a sus maletines ejecutivos para que no se les vuelen los papeles oficiales, y además llegando como cualquier hijo de vecino medio sofocados de la prisa y el calor a sus trabajos? ¿O sin los barrilitos, sin las ONG particulares, con la mitad de las dietas de combustible y de asistencia a las sesiones, o con las exoneraciones de vehículos de cada legislatura cortadas?
Por ahí debería comenzarse a recortar tantos cuartos tan generosamente concedidos, y seguir con las nominillas, las botellas y tantos y tantos despilfarros más, pues nuestra población, de mayoría pobre y con un millón de indigentes, quiere ver esa solidaridad más allá de los discursos de cada cuatro años.
Pero si bien se alzan las voces, los avisos o las sugerencias, parece que el idílico Parnaso político donde viven quienes nos gobiernan, está situado bastante más allá de las nubes y, al parecer, perfectamente insonorizado por los cuatro costados, pues desde esa posición tan elevada no se oyen los clamores terrenales, especialmente los reivindicativos o los que pueden afectar intereses particulares, ni tampoco se ven, por la enorme distancia, los números tan lastimosos que arrojan los diversos estudios sociales sobre aspectos vitales de pobreza, salud, educación y mil más.
Insistimos de nuevo en la necesidad de diseñar con carácter de urgencia un plan el ahorro a nivel nacional hecho con cabeza, equidad y sin contaminación política, y ejecutarlo como Dios manda.
Si seguimos inflando como hasta ahora el globo de las deudas y los préstamos, acabará estallando en nuestras propias narices y ya veremos como nos quedará entonces el oído y el ojo con los forasteros. Y, los forasteros, de sordos no tienen nada y de ciegos, mucho menos, pues tienen las cosas de las cuentas por cobrar muy claras. DL
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