La historia que voy a contar tiene por escenario un pueblito de 600 habitantes, en el oeste de Francia. Una sola sala tiene ese ayuntamiento. Es la sala del consejo municipal. Ésta es adornada con una galería de retratos de los 23 jefes de Estado que se han sucedido desde el primero, Adolfo Thiers (1871) hasta el ultimo Nicolás Sarkozy. Entre esos retratos de jefes de Estado franceses, uno de Felipe Petain, entre los retratos de Lebrun su antecesor y Auriol, su sucesor. Felipe Petain fue el militar glorioso de la Primera Guerra Mundial pero el traidor a la Resistencia y colaborador de los alemanes durante la II Guerra Mundial, acusado de colaboración y antisemitismo, es prohibido en Francia, exaltar la memoria de ese personaje.
Sin embargo, el alcalde de ese pueblito, llamado Gonneville s/ Mar decidió asumir los riesgos judiciales y exhibir su retrato. Hasta que lo vio un forastero, que informó al prefecto (gobernador de la provincia) sobre el hecho y éste aconseja al alcalde guardar el retrato. El alcalde se niega. Se va a la justicia.
El tribunal administrativo acaba de dar su veredicto: se debe respetar el principio de neutralidad en los servicios públicos, que se opone a que los edificios públicos expresen opiniones políticas, religiosas o filosóficas.
El tribunal no acogió el argumento del ayuntamiento sobre la larga serie de retratos históricos y su deseo de no interrumpir la serie; además el ayuntamiento argumentaba que el municipio “era muy apegado a su pasado y a la Historia y que no admitía ver destruida una exposición objetiva de retratos de jefes del Estado francés, por beneficios de consideraciones personales y marcadas por una subjetividad sin fronteras”.
A pesar de esa argumentación, el ministerio público subrayó que el retrato “encarnaba el régimen de Vichy, colaboracionista con el III Reich” y ordenó que se bajara el retrato de su lugar de exposición. Queremos traer ese ejemplo a colación para que los historiadores dominicanos y el pueblo en general sepan que, 65 años después, la memoria histórica del pueblo es defendida por el Estado francés, que prevalece la idea de una democracia “dirigida” sobre los intentos de desmemoriar a los ciudadanos, que no han sufrido las consecuencias de una actitud vergonzosa que se opuso a la del General de Gaulle. HD
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