José David Figueroa Agosto es un apuesto joven de 46 años que nació en Puerto Rico. Poco se sabe de su vida familiar y formación académica. En su tierra natal lo involucraron en hechos que llevaron a acusarlo de asesinato, torturas, violación de ley de armas. Lo condenaron a 209 años de prisión.
En 1999, se escapó de la cárcel de máxima seguridad donde guardaba prisión. No se sabe como, llego a nuestro país. Aquí vivió por más de diez años. Se manejó con identidades diferentes. Construyó todo un imperio económico, dicen que sustentado en el narcotráfico. Se le vincula a una red de sicarios. Llevó una vida de lujos y comodidades: yates, avionetas y todo lo que el dinero le podía proporcionar. Recientemente fue capturado en Puerto Rico.
Figueroa es un producto del sistema social imperante en muchas naciones. Hay miles como él, menos destacados, no buscados, pero esencialmente iguales. Son aquellos que buscan poder y dinero, pensando solo en su bienestar. Tienden a olvidar que la vida es una, que deben disfrutarla ¡en libertad! , compartiendo con los demás.
Cuando se fijan metas y para alcanzarlas se necesita robar y hasta matar, eso es esclavizarse. Vivir sin tranquilidad. Obviamente que esa estructura criminal lanza sus tentáculos por doquier. Absorbe a los más débiles. Se los traga. Los aniquila. Les quita la paz. No pueden salirse del engranaje. La mafia no perdona.
¿Cómo se forman los Figueroa?. La respuesta debemos buscarla en los principios que rigen el hogar y la sociedad. Son las principales fuentes de aprendizaje de los hijos. Los padres deben sembrar sanos valores morales y espirituales, honestidad, respeto al prójimo, amor al trabajo. Crearles una personalidad capaz de resistir tentaciones negativas. Cuidar de las prioridades. Hay quienes dan más énfasis a lo material y le restan importancia a lo moral, otros no saben canalizar su pobreza.
La labor de los padres la dificulta y hasta neutraliza, una sociedad llena de antivalores. Es decir, donde no hay freno social, no se respetan las leyes ni las normas y en las instituciones predomina la corrupción, el consumismo. Una sociedad carente de parámetros ejemplares, de un sistema judicial insobornable, donde todo se permite, negocia y compra desde una humilde tarjeta o empleo, una curul en el Congreso hasta la Presidencia de la República, ese sistema contribuye a que se formen y surjan los Figueroa. Por eso en este país se sentía como en su casa. Se movía a sus anchas.
Me apenas decirlo, pero el que aprovecha este escenario, más que con desprecio le miran con admiración. Es el fruto que se espera del sistema imperante. Dentro del mismo hay mecanismo para protegerlo. Muchas veces disfrazado ¡Llueven las hipocresías!
En esta plataforma, olvidan el alma del hombre, olvidan a Dios. Luchemos con sinceridad para que no surjan más víctimas del sistema, para que la sociedad no engendre más infelices como Figueroa. Seguirán surgiendo mientras los hogares y los gobiernos se descuiden, olvidándose de hacer respetar los valores y de ayudar a satisfacer las necesidades básicas de manera justa y equilibrada. Mas que un gobierno orgulloso de su crecimiento material, necesitamos que ayude a crecer en lo moral y social. DL
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